Más de un par de horas de caminata por un sendero empinado con la mochila a cuestas. Sudor, sed, cansancio y las pulsaciones altas. Todavía no se divisa el lago pero intuimos que tiene que estar cerca. Muchos pensarán que la jornada tiene que ser muy prolífica para que haya merecido la pena subir hasta allí. De hecho muchos pescadores no subirían ni aun con la promesa de grandes capturas.
Apuramos la marcha y al fin divisamos el ibón en su enclave. La estampa invita a hacer una pausa, sentarse y admirar el paisaje mientras que una
Entonces, a parte de la espectacularidad del lugar ¿qué tiene de atractivo pescar en un ibón, deportivamente hablando? La respuesta es fácil, la picada. Pescar en aguas tan cristalinas permite ver, con una claridad que no podríamos encontrar en ningún otro río o lago, a nuestra trucha tomar el señuelo. La gran visibilidad alarga el espectáculo de verla subir a por nuestra mosca seca, de como persigue nuestro reclamo. A veces estos segundos interminables hacen errar la picada a algún aficionado impaciente. Aguas tan cristalinas van a convertir esta pesca en algo diferente a lo que ya estábamos acostumbrados.
Al contrario de lo que puede parecer, pescar en un ibón no es sinónimo de grandes ejemplares y bonitas luchas. Los duros meses invernales hacen que estos pequeños lagos permanezcan deshelados tan solo 5 o 6 meses en el mejor de los casos. En las frías aguas de un ibón no abundan los nutrientes. Vemos que muchas de nuestras capturas son truchas "cabezonas" y muy delgadas, sobre todo a principio de temporada. Además hay que sumar que la altitud interfiere en la oxigenación de la sangre y la trucha se cansa pronto.
profunda sensación de bienestar recorre nuestro cuerpo. Definitivamente un ibón tiene algo mágico. Pescar en él ya supone una satisfacción, independientemente de las capturas que logremos. Es algo que solo los que han pescado en uno pueden entender.
Ibón de Escarpinosa
Las aguas cristalinas suponen un disfrute añadido a las picadas y la lucha.
IBONES